La piel es una barrera capaz de protegernos del medio externo.
Esta barrera se encuentra sometida con frecuencia a agresiones externas e internas dando lugar a pieles sensibles y frágiles, problema que cada día aumenta en la población desde los últimos diez años. Este problema, con frecuencia de matices hereditarios, se va agravando con componentes externos de la vida moderna, tales como stress, exposiciones solares excesivas, variaciones bruscas de temperatura, alimentación, etc.
Las pieles sensibles tienen tendencia a volverse sumamente frágiles apareciendo con frecuencia rojeces difusas que afectan al rostro y al cuello de forma especial, y después a diversas zonas del cuerpo especialmente las piernas y muslos.
Estas manifestaciones que en la piel joven tienden a desaparecer o atenuarse por sí mismas, con el paso del tiempo se vuelven cada vez más difíciles de reabsorberse debido a que la piel pierde con los años su capacidad de compensar estas rojeces y la coloración se vuelve progresiva y permanente, dando lugar a lo que se denomina “cuperosis”.
Las causas más frecuentes de su aparición son:
–Agentes atmosféricos: El viento, el frío, el sol y sobre todo los cambios bruscos de temperatura.
–Agentes irritantes: Los corticoides de aplicación local, los disolventes químicos fuertes, los productos con un grado alcohólico alto, los jabones, la exposición prolongada a una fuente de calor directa.
–Trastornos digestivos.
–Trastornos nerviosos: El abuso de sustancias excitantes produce vasodilatación y acentúa el problema en individuos con presdisposición.