Siempre que contamos la historia de nuestra empresa, decimos que por supuesto hay un parte de locura, una idea que tiene su parte de impulso y corazonada.
En muchas ocasiones, sentimos un impulso que nos conduce a tomar decisiones y a emprender acciones sin evaluar las consecuencias de nuestros actos. Mucha gente denomina a este fenómeno “presentimiento” o “corazonada”, pero en realidad se trata de nuestra intuición. Un mecanismo del cerebro que cada vez despierta mayor interés en el ámbito científico.
Y aparece la Inteligencia Intuitiva, que es la que permite evaluar una situación determinada sin someterla a un razonamiento previo.
Evidentemente la intuición no es infalible, pero estudios psicológicos y neurológicos aseguran que aporta un grado de conocimiento al que, de otra manera, no podríamos acceder. Y es que, del mismo modo que desarrollamos nuestro intelecto y la capacidad de resolver problemas de forma lógica, es conveniente aprender a identificar aquellas sensaciones que nos conducen a actuar correctamente. Nuestra mente trata de resolver problemas incluso antes de que nos dé tiempo a plantearlos de forma lógica y racional.
¿O acaso las sensaciones más importantes de la vida no se toman de manera lógica y racional, sino dejándose llevar por sensaciones que uno no puede explicar muy bien, pero que le guían de una manera bastante firme?